La Torre del Mago se alzaba en medio del poblado bosque, ajena al paso de las estaciones, siempre sombría y desafiante. En aquella región era fácil perderse si uno desconocía el camino, siempre serpenteante entre los frondosos y antiguos árboles. En la aldea, los campesinos narraban extrañas historias a la luz de la lumbre, historias que siempre estaban relacionadas con la misteriosa torre de piedra y sus más misteriosos habitantes..
Se decía que el mago Rudesindus siempre estaba de viaje y que su torre estaba habitada por demonios, que hacían las labores más penosas en función de servidumbre. Se decía que los alrededores estaban habitados por criaturas terroríficas, salidas de las más alocadas pesadillas, e incluso alguien afirmaba que el propio Rudesindus era un demonio sediento de almas a las que condenar y que se bañaba todos los días en una tina llena de oro obtenido en su laboratorio. Se decían muchas cosas de aquél desconocido, pero era probable que alguno recurriera, tarde o temprano, a la ayuda del poderoso hechicero, que seguro no era más que un «anciano ermitaño que vivía solo con sus libros y sus cosas».
Si quieres saber lo que pasaba realmente en la Torre de Rudesindus, te invito esta noche a que lo compruebes por tí mismo, pero estás advertido: una vez cruces la puerta, nada volverá a ser lo mismo..